Me hubiera gustado traer la receta de las rosquillas que hacía mi abuela pero mi madre no consigue encontrarla. Y mira que es raro que una madre no encuentre algo, peeeero, esta vez no hay manera.
Sabemos que estar está, pero ¿dónde?, eso ya es otra historia.
No perderemos la esperanza pero mientras continuamos la búsqueda, podemos endulzar el tiempo con estas otras rosquillas que traigo.
En este caso la receta es de mi suegra y tengo que decir que resultan igualmente riquísimas.
Hice dos masas para poder hacer dos versiones, una con anís (como las hace mi suegra) y otra con vainilla. Y las dos me gustaron por igual y en casa se terminaron ambas en tiempo record.
Como podréis comprobar en la receta no vienen pesos, porque lo hice tomando como medida un pocillo de los de café solo; es decir, la tacita más pequeña para café solo.
La próxima vez que las haga intentaré recordar pesar las cantidades, pero tampoco veáis esto como un problema.
Para que os hagáis una idea, mi suegra me contó que su madre usaba como medida la cáscara del huevo que usaba para la masa.
En cuanto a la harina necesaria, puedo deciros que yo tuve que poner distintas cantidades en cada masa según iba viendo lo que demandaba.
En las fotos, con este estilo retro que me ha parecido ideal para esta receta tan tradicional, no notaréis la diferencia lógicamente, pero como detalle informativo os puedo decir que las rosquillas de vainilla son las que van unidas por el cordel y las de anís las que están en el plato.
Vamos con la receta de un dulce tan tradicional como son las rosquillas fritas.
INGREDIENTES
1 huevo XL
1 taza (de café solo) de leche entera
1/2 taza de aceite de oliva virgen extra
1/2 taza de anís (para las de vainilla, sustituir el anís por 1 cucharadita de esencia de vainilla o la raspadura de las semillas que se encuentran en el interior de una vaina grande de vainilla)
3/4 de taza de azúcar
1 sobre de levadura química (tipo Royal)
La ralladura de 1/2 naranja
La ralladura de 1/2 limón (para las de vainilla no puse la del limón)
Harina de trigo según admita (yo para las de anís usé 250 grs y para las de vainilla casi 300 grs)
Aceite de girasol para freír (se puede usar de AOVE pero yo prefiero freírlas en girasol para queden más ligeras)
Azúcar para rebozarlas
COMO SE HACE
En un bol batimos el huevo y le añadimos la leche, el aceite de oliva, el anís, el azúcar y la ralladura. Mezclarlo todo bien.
Después vamos añadiendo la harina y la levadura tamizada y vamos mezclando y amasando hasta obtener una textura que no sea pegajosa pero que tampoco quede dura y seca.
Para amasar más cómodamente podemos untarnos un poco de aceite en las manos para que la masa se nos pegue lo menos posible.
Una vez la masa esté lista, la colocamos en un bol y la tapamos con film transparente o con un paño limpio y la dejamos reposar una hora en un lugar no frío y libre de corrientes de aire.
Transcurrido el tiempo de reposo calentamos el aceite de girasol donde vayamos a freírlas.
Vamos cogiendo porciones del tamaño deseado, yo las hacía del tamaño de una nuez pequeña.
Las cogemos de dos en dos. Las aplastamos con la palma de la mano y colocamos una encima de la otra presionando y aplastándolas. Después hacemos con un dedo un agujero en medio de la masa y la estiramos dándole forma de rosca.
Debemos hacer un agujero grande para evitar que cuando se fría la rosquilla éste se cierre.
El aceite debe estar caliente pero no en exceso para evitar que se arrebaten por fuera y queden crudas por dentro.
Cuando el aceite esté listo iremos friéndolas sin poner demasiadas para que no se peguen.
Cuando estén doraditas las sacaremos y las colocaremos en una fuente sobre la que habremos colocado papel de cocina para que absorba el exceso de aceite.
Aun tibias, las pasaremos por azúcar y dejaremos que terminen de enfriar... si podemos!
Una vez frías la guardaremos en alguna caja que cierre bien para conservarlas y evitar que se queden secas.